¿Hasta dónde nos pueden llevar los efectos estrés?

Estrés laboral_agotamiento

En lugar de entrar en la definición técnica de lo que es el estrés, voy a explicar hasta qué límites nos puede llevar , a través de una de mis experiencias.

Han sido varios los períodos de mi vida en los que he sufrido estrés en diferentes grados, agudo positivo y negativo (distrés) y crónico. Aunque yo no le pusiera etiqueta a lo que me pasaba.

En numerosas ocasiones me ponía diferentes tipos de excusas para justificar los diferentes síntomas que sentía como la falta de concentración, pérdida de memoria, dolores de cabeza continuos, problemas de piel como la soriasis, problemas digestivos, dolores musculares, desmotivación, y mucho cansancio y estar siempre agotada.

Algunos períodos de tiempo tenía un estrés agudo leve en el que tan solo tenía algunas de sus manifestaciones fisiológicas más temporales. Y otras, duraban más en el tiempo e iban creciendo, como contagiándose las unas de las otras. Era como una competición de manifestaciones emocionales que me sobrepasaban, me desbordaban. Sentía que me faltaba capacidad y recursos personales para darle solución a todo lo que se me acumulaba por solucionar y que cada día sumaba más. El tiempo se me venía encima, el entorno no era favorable, me sentía poco comprendida.

Siempre había sido resolutiva. Me gustaban los retos que supusieran aprender, así que un poco de estrés del positivo, ese que libera cortisol y adrenalina ante un desafío o amenaza de forma rápida, para mí era un aliciente.

Para algo puntual en el día a día o a la semana era positivo, pero cuando las actividades diarias pasaron a ser agentes estresores continuos a lo largo de meses y años, sin algo que para mi supusiera tener pequeñas satisfacciones, me fui desmotivando-entristeciendo sin saber por qué. Y el cansancio y el agotamiento se fueron acumulando.  El estado de excitación o de generar adrenalina de forma continuada para superar los desafíos diarios (trabajo, falta de tiempo par mí, relaciones personales…), en mi caso, y la falta de descanso que iba consumiendo mis reservas de dopamina para no perder el equilibrio natural del organismo, me llevó al desequilibrio natural de mi cuerpo.  El consumo de las reservas de dopamina provoca una disminución de los niveles de adrenalina ante cualquier conflicto, y eso nos puede producir la imposibilidad de tener la energía suficiente para solucionarlo.

Yo era exigente conmigo misma y mi trabajo, pero mi jefe lo era tanto o más que yo. No quería defraudar, pues al fin y al cabo me había dado una oportunidad que nadie más me había dado a nivel profesional en muchos años.

No era consciente que el agotamiento cada vez era mayor. Yo resistía. No escuchaba toda la información que mi cuerpo me daba enviándome señales de alerta a las que yo no hacía caso. Solo veía que tenía un trabajo que cumplir, una familia a la que no defraudar.

¿Pero a qué precio?

Empecé a perder memoria, poder de concentración mental, seguridad en mí misma,  me faltaba el aire para respirar, eso sólo a nivel cognitivo. Porque a nivel fisiológico también surgió el cansancio permanente, agotamiento mental, problemas de piel, nerviosismo, problemas digestivos, contracturas musculares, un dolor de cabeza permanente, y un sin fin más de síntomas de mayor o menor grado. Aunque la mayoría de los síntomas coinciden en muchas personas, las variables son tan numerosas como personas hay sobre la faz de la tierra, tanto por sus genes como por el entorno.

Hasta que mi cuerpo se saturó y dijo:¡¡¡ basta!!!

Fue él quien me paró. Mi cuerpo se desestabilizó químicamente. 21 días en el hospital y no sé cuantos meses de baja laboral, creo que unos 5 meses. Empecé a escucharme y fruto de esas escuchas, empecé a tomar decisiones. Cambié de doctor porque no me escuchaba, como yo tampoco lo hacía conmigo. Sólo me daba antidepresivos que no me hacían nada y me dejaban cada vez más debilitada. Encontré otro doctor que me los quitó todos, y me dio una pequeña pastilla temporal.

La confianza en ese médico, el cambio de hábitos, las actividades corporales como el yoga y la biodanza en mi caso, me devolvieron la confianza y la escucha de mi cuerpo y su autorregulación entre la actividad y el descanso.

Milagrosamente recuperé mi memoria y poder de concentración, se evaporaron los dolores de cabeza, eliminé sobrecargas y otras las relativicé, bajé las exigencias, recuperé mi fortaleza interna y volví al trabajo con una decisión tomada que me permitía relativizarlo todo más.

En definitiva, conseguí equilibrar la adrenalina – cortisol(1) y la dopamina- serotonina(2) necesarios que te requieren los retos diarios con la dopamina que necesita consumir el cuerpo para contrarrestar el descanso necesario.

Y esta pulsación entre la vitalidad que es la consciencia de sí mism@ con el descanso necesario para conseguir la homeostasis de nuestro cuerpo, es lo que plantea cada sesión de biodanza. Así nos facilita la cohesión con esa inocencia y alegría interna que tenemos cuando somos esos locos bajitos, que tienen tan claro cuando necesitan correr y jugar y cuando necesitan parar.

Es por eso que para mí, la biodanza es el mejor método para abandonar el estrés. Su práctica supuso para mí una bocanada de aire fresco, me devolvió la alegría de vivir y, a la vez, me permitió recuperar la armonía y aprender a autorregularme en mi vida diaria. La biodanza nos devuelve la risa, la motivación, regula el sueño, es una actividad física. Éstos son algunos de sus numerosos beneficios.

¡Así que animo a practicarla!

(1)  A modo resumido: la adrenalina y el cortisol son las llamadas hormonas del estrés  secretadas en las glándulas suprarrenales y controladas por el sistema endocrino. Su liberación es controlada  por el cerebro en respuesta al estrés,  generando glucosa para tener la energía suficiente para afrontar los momentos potencialmente peligrosos para el cuerpo.

(2)  A modo resumido: la dopamina y la serotonina son dos neurotransmisores muy importantes de nuestro cerebro. Mientras la dopamina es la responsable de nuestra felicidad y motivación, la serotonina es la responsable de nuestro estado de ánimo, del ciclo del sueño, la supresión del dolor, comportamientos sociales,  etc.

 

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